"Me encanta Constitución. Pasear por
ahí, no sé, es como estar en Londres, increíble. Yo tengo mucho
enganche con ese barrio porque mis abuelos vivían ahí, y yo los
adoraba, sobretodo a mi abuela. Ella era muy loca, tocaba el piano, se
vestía muy raro. Ahora uso mucha ropa de ella. Vivían en Perú e
Ituzaingo y de nena siempre iba para allá. Tenían una casa re-linda,
muy grande.
Hace unos años, estaba con Ricardo y nos encontramos con Caloi. A Mollo
se le ocurrió que él podía dibujar la tapa de
"Otroletravaladna" y empezó una relación. Una madrugada
llega Ricardo, como a las 8 de la mañana, yo era puro llanto, no me
había avisado nada, estaba desdibujada.
-¿De donde venís?- le pregunté.
- No -me dice- es que me junte con Caloi y estabamos haciendo la tapa.
-¿Y dónde es la casa de Caloi? ¿Dónde vive?
- Mmmm, en Perú....
- Buscó la dirección y... !Perú 1770!, pegué un grito, no lo podía
creer: ¡es la casa de mi abuela!".
La primera vez que entre ahí otra vez, me agarró un ataque de
emoción, no podía parar, se me cortaba la respiración, fue demasiado,
muy fuerte. Caloi nos había invitado a una cena con Serrat, Dolina,
Quino, hasta el flaco Menotti estaba. No te puedo explicar el flash que
me comí al entrar ahí y encontrar a todos esos personajes, el gordo
Casero, Fontanarosa, fue tremendo. Estaba que me moría de la risa,
chupaba vino, ¡que noche!. ¡Todos esos tipos en el living donde yo
jugaba cuando era chiquita! ¡Estaban en mi casa! Encima, en un momento
se cae una bandeja, sola, sin que nadie la tire. Entonces salta Caloi y
dice, "El espíritu de la abuela". Fue toda una
experiencia".
- ¿Además de visitar a tus abuelos en
Constitución, por donde andabas de chica en Buenos Aires?
- Iba mucho a los lagos de Palermo porque vivía muy cerca, al
botánico, al zoológico. También hacía hockey y tae kwon do en GEBA.
- ¿Tae kwon do?
- Si, soy cinturón negro.
- Upa, ¡estáte tranquila que esta
entrevista va a quedar bien! ¿Qué otras cosas te acordás?
- De la placita de Medrano y Paraguay, yo vivía enfrente.
- ¿Jugabas ahí?
- En realidad no me gustaba jugar. Era muy tímida, a tal punto que mi
vieja me arengaba para que haga amiguitos, me cruzaba al parque pero yo
me volvía sola. Tenía cuatro años y detestaba jugar, no entendía.
- Un pequeño monstruo...
- Sí, prefería quedarme en mi casa. Pensaba mucho. Me colgaba, vivía
muy colgada.
- ¿Y el colegio?
- Normal. Hasta que nos mudamos a Juncal y Aráoz y me cambié al Santa
Teresa de Jesús, en Canning y Las Heras donde pasé los tres peores
años de mi vida. Las odio, a esas monjas las odio y quiero que quede
muuuy muy claro. Me arruinaron.
- ¿Para tanto?
- Si, porque yo era una niña con mi personalidad y hasta las mismas
alumnas eran horribles. Me llevaba muy mal con mis compañeras y peor
con las monjas. Encima no había tomado la comunión cuando entré y me
trataron poco menos que como el diablo.
- Le temían a la bestia...
- ¿Que bestia?, yo me sometí. Me hicieron tomar la comunión por la
fuerza, rapidísimo, metiéndome un montón de ideas extrañas en la
cabeza. Y me anularon, porque yo ya era tímida y llegué ahí y vi el
fascismo personificado, todas niñas asquerosas.
- ¿No hubo momentos estimulantes?
- Sí, afuera. Mis viejos siempre fueron muy creativos y me hacían unos
cumpleaños geniales, con competencias, con cosas re buenas. El primero
en esa escuela lo festejé en lo que ahora es la plaza Las Heras que
cuando yo tenía diez años todavía era un potrero y antes había sido
una cárcel. Se llamaba la placita de la ex penitenciaría. Tenía 9 o
10. Fue buenísimo, nos re-divertimos. Pero ni afuera me dejaban en paz.
Todos los chicos del barrio jugaban ahí pero las monjas pensaban que
sólo las chicas más callejeras lo hacían, o sea: Eriquita. Al otro
día de la fiesta se enteró la monja y le mando una carta a mi mamá,
todo mal, que como habíamos hecho el cumpleaños ahí, que era una
vergüenza y me echaron el ojo.
- Después vino el secundario.
- Si, lo hice en un colegio del Estado en Güemes y Agüero. Ahí
conocía a la chica que con el tiempo me presentó a Mollo. Pero en ese
momento, a los 15 o 16 ella ya era novia de Arnedo. Para nosotros era
re-zarpada, salía con unos locos de Sumo que no se sabía que cosa era,
estaban todos escandalizados.
- ¿Adónde ibas cuando te rateabas?
- Nunca me rateé. Porque la personalidad de mis viejos me influyó
mucho. Mi vieja me levantaba y decía: "Ay, hoy faltá". Con
una vieja así... ¿entendés?, ¿cómo te vas a ratear?. "Bueno
mami" le decía y listo. En el fondo siempre me pareció una
pavada: ir al colegio, levantarte temprano, para después irte a otro
lado, ni loca, me quedaba durmiendo.
- ¿Cuándo empezaste a curtir la noche
de Buenos Aires?, ¿Adónde ibas?
- Ya más de grande, a los 20, porque durante la adolescencia no salía
mucho. Iba un poco a bailar pero era más de estar en mi casa o en lo de
mis novios.
- ¿Cuándo tomó vida Buenos Aires
para vos? ¿Cuándo empezaste a verla como tu ciudad?
- Siempre la vi como mi ciudad. Siempre la disfruté y me gustó el
barrio donde viví, porque tenía acceso a muchas cosas. Hay niños que
tienen que recorrer mucho para llegar al zoológico y yo vivía muy
cerca, entonces eso lo agradezco porque tenía el privilegio de estar en
una zona donde había muchos paseos y muchas cosas que yo podía
aprovechar.
- ¿Y más allá de tu barrio, hay algo que te guste mucho en Buenos
Aires?
Una cosa que me gusta muchísimo, donde iba con mis abuelos, es la
costanera sur. Me encanta. Ellos eran de Constitución entonces yo
curtía mucho ese barrio. Estaba en la calle, mucha bici, patines, era
más barrio en cambio en Palermo era todo mucho más...
- Anónimo
- Sí, las calles eran más peligrosas...(Erica para de hablar, se lleva
las manos a la cara y empieza a reír) Mirá de quién me acuerdo...
- ¿De quién?
- En Juncal y Aráoz siempre había choques, tipo uno por día, era
descomunal. Y en mi edificio vivía una gorda que siempre había querido
ser policía y nunca la habían aceptado. Entonces cada vez que pasaba
algo, bajaba la gorda y se ponía con un silbato a organizar el
tránsito.
- ¿Estaba esperando que chocaran?
- Claro, para desplegar su personalidad frustrada, era buenísimo.
- ¿Nunca te fuiste de Palermo?
- Si, a los 21. Me fuí con Ricardo (Mollo) a vivir a Ramos Mejía.
- ¿Cómo fue el cambio barrio norte -
zona oeste?
- Horrible. No me gusta nada.
- ¿Por qué?, no es un mal lugar...
- Lo que pasa es que yo no curtía mucho Ramos porque con mi primera
banda, Mata Violeta, todo pasaba en capital. Teníamos que llevar
gacetillas y las radios estaban en la ciudad, tocábamos y los lugares
estaban en capital. Después empecé como solista y era lo mismo. Los
viajes eran descomunales, me llevaban un montón de tiempo, era una
tortura. Entonces lo convencí a Ricardo para poder volver a mi barrio.
Y fue lo mejor que me pudo pasar. Y a él también, hoy me lo
reconoció.
- ¿Laburabas?
- Si acá en Palermo. Me tenía que levantar a las 6,30 de la mañana y
subirme a un bondi que tardaba una hora. El 166, lo odio.
- ¿De qué laburabas?
- Daba clases de gimnasia en Costa Rica y Serrano.
- ¿Profesora de aerobics?
- Y bueno, las chicas querían estar en forma. Yo había estudiado dos
años de educación física y el tae kwon do..., vivía de eso.
- ¿Estaba muy distinto el barrio
cuando volviste?
- Y...si. Lo encontré todo cambiado y eso mucho no me gustó. Ahora
está hiper reciclado y es horrible porque se nota. Le sacaron la onda
que tenía el lugar. Una cosa es poner linda una casa, pero no me gustan
esos colores que pusieron en todos lados, me parece re.... "me
reciclé una casa", sin onda total, todos se copian de todos. Pero
igual me encanta Palermo, me encanta la placita Serrano y todos sus
bares.
- ¿Le escribiste alguna canción a
Buenos Aires?
- No, pero en "Yo sin vos" hablo un poco de ella.
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